Quedar con
Carlos Pérez (“Fotoescalador”) para hacer una sesión de
fotos verticales es sinónimo de acabar con dolor de cabeza. De tanto reír :-D. Es
un hacha contando anécdotas, sobre todo las que hacen referencia a sus
despistes y olvidos. Y lo que os aseguro que no tiene desperdicio son los temas
de conversación que se le ocurren cuando está colgado de la cuerda fija, entre
foto y foto, a veces pueden ser más surrealistas que la restauración del Ecce homo.
Así es imposible salir con cara de concentración o esfuerzo! jajaja
Aquí dejo
unas fotos que demuestran el careto de desquicie (de risa) con que puede acabar
uno después de pasar todo un día con él.
David, Carlos, Mar
Si su don
para reír y hacer reír es más que destacable, más lo es aún su don para con la
cámara de fotos. Si ya antes de coincidir por primera vez con él me gustaba su
trabajo, creo que con el tiempo se ha ido superando. A fecha de hoy me declaro
fan incondicional suya (de sus fotos y de su forma de trabajarlas) y para reyes
le pediré la International Climbergraphic
;-)
Dejo aquí
una muestra de algunas de las FOTAZAS que se ha currado este verano.
Cuando empecé
con el blog me prometí que nunca escribiría una entrada con motivo de algún
encadene. Pero como me gusta llevar la contraria incluso a mí misma, voy
a hacerlo, y además sin remordimiento
alguno.
Carlos Pérez
(International Fotoescaladorgraphic ya!), Pedro Bergua (queremos verte en la
novena dimensión ya!), David Bonavida (esperamos una pronta recuperación de tu
dedo semiamputado ya!) y David (mi grigri preferido) son los culpables de que este verano haya
encadenado mi primer 8c, Fish Eye, y mi primer 8c+, Mind Control.
Mind Control
A principios de
verano David B. me insistió en que fuera a Oliana. Fui y bastante antes de lo
esperado me hice con Fish Eye, una vía de mi estilo 100%: continuidad, regletas
netas, pasos con alternativas y variedad de pies. Con este encadenamiento me
quedé más contenta que McGyver en un desguace, mi expectativa para el verano
era mejorar respecto el verano anterior y ya lo había conseguido. Así que
cuando Carlos y Pedro me dijeron no sé qué de la Mind Control pensé que
desvariaban más que una escopeta de feria. Pero la idea ahí quedó subyaciendo
en el inconsciente hasta que buscamos destino de verano. Queríamos ir al norte,
pero la sola idea de tener que soportar temperaturas inferiores a 20ºC me
horrorizaba más que Ana Botella “hablando” inglés. Así que sopesamos otros
destinos, y por motivos verticales y extraverticales Oliana fue el que más nos
convenció. Me colgué hasta donde mis flácidos dedos me dejaron, es decir, hasta
su primera R (porque a partir de ahí empieza la vía jaja), la línea me encantó visualmente,
vi un par de vídeos para ver cómo eran los cantos (porque lo que había visto
colgada me parecían “dibujos” más que “cantos”) y me motivó lo suficiente como
para no importarme salirme de la norma de aburrirme a partir de los 6-7 días de
ensayo a una misma vía. Ahí es donde David jugó un
papel crucial.
El resultado,
además del que ya sabéis, es una tendinitis en ambos codos que cualquiera con
un poco de sentido común en mi lugar pararía un par de semanas (pero yo de eso
ando como de estatura, bastante escasa) y una tendinitis auditiva aguda fruto
de escuchar el martilleante y continuo grito de nuestros prácticamente únicos
acompañantes en el sector, las chicharras.
Las yemas
también has estado al borde de sufrir una buena mutilación. Si han aguantado ha
sido gracias a la Climbskin, la mejor crema regenerante que he probado (que no
han sido pocas). La descubrimos justo antes de ir a Oliana y desde entonces no
me he separado de ella; las chicharras y
lagartijas del sector pueden dar buena fe de ello.
Tengo que
agradecer a Eva Martos y a la revista Escalar la portada y reportaje que me
han dedicado. Y cómo no a mi fotógrafo preferido Carlos Pérez por lo que se curra
las FOTAZAS (en mayúsculas); sus fotos bien se merecen que haga un post aparte
(prometo escribirlo antes de que acabe el año … que viene jaja)
Por último, dejo el vídeo del encadene de la Mind Control. Ya sé que es más cutre que un pijama con tirantes, pero es lo máximo que podíamos hacer contando con una cámara de fotos y un asegurador que aprovechaba los reposos para mover la cámara.